Que bien que sigas leyéndome, es señal de que quieres sentirte segura y conocer a donde vas, si estas llegando hasta aquí ya tienes mas que claro que tu salud mental importa y muuuchooo!, así que olé tú.
Y te aseguro que para mi es lo mas importante, por eso es mi obligación estar en constante aprendizaje y reciclaje, no me refiero ahora a la formación o las experiencias profesionales, que por supuesto son cruciales, me refiero a algo mas importante aún, la propia salud mental de la terapeuta, el cuidado de la cuidadora (ojo, no salvadoras).
Aquí también están las entrañas de la Mirada Violeta, el trabajo personal constante, ya que como suele decirse desde un enfoque humanista de la psicología, la principal herramienta en la terapia es la terapeuta. Como tal, necesitamos cuidarnos mucho, no sólo con descanso, espacios de esparcimiento, desconexión del trabajo etc, también con conexión, con terapia propia y supervisión.
Si, para mí una buena terapeuta, es la que sabe que la vida también le pasa a ella, la que está en constante exploración, porque este trabajo de acompañar nos toca si o si en lo mas profundo.
Desde nuestras propias heridas, daños, dolores, perdidas, amores, rutinas, errores, aciertos, hasta la conexión con las vivencias de las mujeres con las que trabajo. Estamos expuestas al trauma todo el rato, al propio y al ajeno (que a veces resuena con el nuestro). Si, estamos expuestas al trauma vicario, a esa fatiga por compasión, de la que no podemos impermeabilizarnos, pero si trabajarla, tener la valentía de mirarnos cuando algo nos toca y de supervisar cuando estamos atascadas, o cuando creemos que podemos dañar, o cuando hemos hecho daño, porque en relación el daño siempre está y la posibilidad de reducirlo y repararlo también y eso sólo lo podemos hacer en compañía de otras profesionales, que nos cuiden y que nos atiendan y que nos escuchen, y que nos den apego y seguridad.





